¿Y vos, a quien reivindicas? 1
Como hablábamos con Satur anoche, vivimos en una época en constante revival. Si no son los 80, son los 70, o los 60. Hace un par de años se puso de moda rescatar y revalorizar a muchas de las bandas del movimiento “new romantic” de principios de los 80, a todos esos grupos que parecían una versión pop y llena de sintetizadores del glam: Japan, OMD, A Flock Of Seagulls, Pet Shop Boys, etc. De pronto eran reivindicados por la “critica seria” y se le daba su lugar preferencial en la Historia (así, con mayúscula).
A estas bandas rehabilitadas se les unían aquellas que ya habían conseguido cierto reconocimiento crítico como New Order, Depeche Mode o Talk Talk.
Pero hay una de estas bandas que no ha sido debidamente rescatada de la oscuridad y la ignominia, a la que parece que no se le perdona su status (en algún momento) de superestrellas para las hordas de muchachas adolescentes: Duran Duran. Y esta es la banda que, creo yo, merece una pronta recuperación.
Duran Duran merece ocupar su lugar en los libros de historia y en la critica musical tanto por su increíble manipulación de la imagen como arma promocional como por su gran sensibilidad pop a la hora de componer hits que, aun hoy, no pierden nada de su poder, su gancho, su energía.
El contraste entre los orígenes de los miembros de Duran Duran (Birmingham, una ciudad industrial y gris, ¡el hogar de Black Sabbath, niños!) y su posterior ascenso al estrellato pop bajo una imagen cuidadosamente construida y pensada demuestra que eran mucho mas inteligentes de que lo que la critica del tiempo les otorgaba y que Nick Rhodes tuvo razón al decir que: “Cualquiera que ha sido masivo en los últimos 20 años tuvo una imagen contundente”. Si, incluso el punk. En su estilización los Duran se ubican en un especie de eslabón medio entre el glam y el teen pop y el electroclash actual.
Sin embargo, los meritos de Duran Duran no se acaban en su sentido de la moda, sino que también se traducen en una serie de canciones contundentes, pegadizas, ligeramente idiotas pero que hoy en día volverían a ser hits. Cualquiera que escuche alguno de sus primeros cuatro discos, de “Duran Duran” a “Notorious”, va a encontrar estribillos asesinos, sintetizadores hedonistas y energía a raudales, todo ello apoyado en una de la voz de Simon Le Bon, uno de los mejores cantantes (al lado de Neil Tennant) de esa época. Y, más allá de sus hits ochentosos, los discos de los 90 también tienen una gran cantidad de buena música, de una banda que evoluciona pero no pierde sus mañas. El que quiera discutírmelo que escuche las maravillosas versiones de “Perfect Day”, “Watching The Detectives” o “Lay, Lady Lay” de “Thank You”, su disco de covers del 95 o que escuche “Medazzaland”, un disco criminalmente subvalorado e ignorado pero que contiene algunos de los temas mas interesantes de su carrera.
El único pecado, quizás, en que incurrieron fue el de haber disfrutado demasiado del éxito y haberla pasado muy bien en sus años de mayor estrellato, sin haberse arrepentido jamás, lo cual asusta a los críticos que pueden creer que una banda de estas características pueda salirse con la suya. Pero lo maravilloso del pop es su capacidad para funcionar en una multitud de niveles. Duran Duran en alguna época funciono en un nivel puramente placentero, hedonista, pero la resistencia de sus canciones ha demostrado que existía un pensamiento y una construcción puestas en ellas mucho mayor del que es aparente a primera vista. Y, en definitiva, es en ese punto entre lo efímero y lo duradero, en que se edifican las grandes canciones pop.