jueves, octubre 20, 2005

Escribir salvó mi vida.

Hace una semana vi “Almost Famous” por la televisión y me conmovió extrañamente. Es una de las películas a las que me acerque con un sentimiento de rechazo y prejuicio. Pensaba que era una película de mierda que trataba sobre un periodo de mierda de la música en general y del rock and roll en particular. Y algo de eso hay, pero no es lo importante.
La glorificación de un pasado del rock and roll que el punk desterró para siempre como indigno, para alguien de menos de 30 (esto es, que ha crecido y escuchado música bajo el “canon reescrito del punk”) es desagradable por lo menos. Pero por debajo de ese exterior hay un mensaje profético (falso) sobre el fin mismo y muerte anunciada de ese rock and roll y una historia outsider hermosa.
Para mí es imposible no identificarse con el protagonista y con la continua sensación de estar afuera de algo aunque estés dentro. Toda la película es una celebración del estatuto de outsider, de “casi fue”, de “has been”, de esas personas que deambulaban en las fronteras y en el trasfondo de las grandes historias. Lo interesante es que quiebra esa regla dándonos la historia de uno de esas figuras marginales, de esos tipos que no importan demasiado en el circo del rock. .De esos tipos que rodean a las estrellas pero no son ellas. Y al presentarnos el rock a través de los ojos de ese personaje, al presentarnos “ese” rock, viejo, aburrido, que ha sido confinado al desierto de lo “uncool”, se vuelve algo encantador, algo inocente, sin consecuencias, sin lo más feo y lo mas extremo del mundo real. Es una visión idealizada, es un tiempo en el que el rock era “tocado por una banda de amigos que circulan en colectivos por toda América”. El rock era sencillo, el rock era inocente. El rock permitía que un chico de 15 años salga de gira con una de esas bandas. Y no estaba corrupto por el negocio: era ideales, eran ganas de tocar la guitarra con los amigos. El único momento en que se quiebra eso es cuando aparece el personaje de Jimmy Fallon, que ni siquiera es tan malo, solo más eficiente.
A pesar de lo idealizante de la visión de la época, es el sentimiento de inocencia infantil, de inocencia de fanático, de tipo que sigue escuchando los peores discos de una banda en decadencia porque “el próximo será mejor” y hasta encuentra argumentos para defenderlos, del que sigue comprando “X-Men” o “Superman” a pesar de que los guionice Chuck Austen. Es esa imagen infantil, fanatizada, inocente, la que nos vende “Almoust Famous”. Así todo parece mejor.
Por suerte esta el Lester Bangs de Phillip Seymour Hoffman, un personaje que no puedo evitar amar, incluso siento deseos de conocerlo (a pesar de que seguramente Lester Bangs no era tan encantador y no parecía un tío-bueno-que-da-la-casualidad-que-toma-drogas) pero es la voz que expresa el credo del outsider y del excluido “siempre estoy en casa. no soy cool”, dice. Al mismo tiempo, este Lester es la voz de lo que va a triunfar, es el tipo que escucha Iggy And The Stooges y desprecia a The Doors, es la imagen de un futuro que va a influenciar pero no a vivir.


Y al mismo tiempo hay una celebración del periodismo /la critica/ la escritura utilizada como manera de escapar de eso, de dejar testimonio, de salvar la vida, de marcar que uno existió. Grant Morrison en una entrevista reciente dice: I scribble down my impressions about everything and turn them into adventure stories all the time(...)The weird thing is that I did many of these things for the sole purpose of having experiences worthy of putting into stories, so, if I hadn't wanted to include Australian magic, Jeet Kune Do, or the tawdry allure of transvestite glam in The Invisibles, I might never have gone there or done that. Instead, I've been round the world three times on my own and with friends, visited a ton of countries, and had loads of mad relationships and weird experiences. This is how a hypersigil works to change the world around you. This is total surrender to the text, total immersion and deliberate self-annihilation. I'm not doing 'stories', I'm desperately writing biography to celebrate life in this world and to negotiate with depression and meaninglessness. I become possessed by characters and texts to the point where my own 'personality' is reconfigured.

En otras palabras: La escritura como carne, como historia (personal y del mundo), como vida y como escape. La escritura como biografía que alimenta la propia vida y documenta que uno estuvo ahí, aunque sea en la parte de atrás de la foto, tapado por una cabeza, con tu mano fuera de marco.