Sábado. 22/04/06.
La noche empieza con un compromiso: me tengo que encontrar con un ex compañero de la secundaria, uno de mis mejores amigos en aquella época, con el cual estamos medio distanciados. El pibe tiene un hijo ahora y un negocio de comidas sobre la avenida Sarmiento. Continua la línea familiar. Su madre y su abuela siempre tuvieron un negocio en el piso de abajo de la casa. “Tazmania”. En una época salíamos de clases, íbamos siempre a su casa a comer comida grasosa y riquísima y faltábamos a gimnasia (el directamente no iba: fue el primer trimestre de primer año y el ultimo de tercero, alegaba problemas respiratorios, apnea, que en realidad tenia).
Salgo, como siempre, tarde. Cuando paso por el bar, esta todo cerrado.
Como consecuencia de esto, paso por la casa de mi amigo Álvaro, con el cual ya había quedado y nos vamos a lo del Ciego, que vive solo.
Ahí están el Ciego y Federico. Fumamos, tomamos cerveza y nos ponemos a charlar. Federico tiene una ferretería y nos cuenta de un amigo que cae por ahí pidiéndole cosas como escaleras de 18 metros y poleas para mover 30 toneladas. Nunca explica para que las quiere. Nunca las compra. Por otro lado, una escalera de 18 metros no existe.
Federico se va temprano. Nosotros nos quedamos escuchando un compilado del Ciego. Porque el Ciego oficia de Dj, a veces. Nos cuenta un par de anécdotas de su época de Dj.
“Yo me acuerdo que había una época en que andaba re mal, porque me había dejado X. Y estaba muy metido con escuchar música muy enferma, muy depresiva. Me daba por encerrarme en esa música y darme manija. Y en esa época organizaban las fiestas Cabezas Cuadradas, entonces me llamaban para poner música. Y yo iba y ponía esa música súper enferma, y me seguían llamando!!!!. Entonces me hablaban para que pusiese música al principio, arrancaba la fiesta y después venían los otros djs y ponían música de fiesta.”
Al otro día había un recital pop, tocaba Coiffeur. Y el Ciego tenia a su cargo las bandejas en esa fecha.
“Voy a ir y voy a poner industrial, noise. Hoy pensaba como se puede llegar a enojar Juan Cruz si paso esa música y me pareció buenísimo hacerlo. Ir a poner música para hacer enojar a la gente, genial.”
Pasamos a un listado de lo que iba a pasar: Helmet, Wolf Eyes, Nine Inch Nails. Yo le digo que tiene que poner cosas como Throbbing Gristle y Cabaret Voltaire.
Al final al otro día llegue tarde y me perdí su pasada.
De ahí se plantea la duda: ¿Que hacemos??. No hay nada. “Vamos a ver a Daniela Herrero” propone el Ciego. “Donde toca?”. “En La Banda”. “Dale, vamos, que mejor anécdota que decir que fuimos a ver a Daniela Herrero a la Banda un sábado a la noche”.
Ahora, una pequeña disquisición: La Banda del Río Salí, afectuosamente conocida como “La Banda”, es un departamento de Tucumán que queda a aproximadamente 10 minutos de la capital. De mi casa queda a eso, ponele. Conocido popularmente por sus ingenios, la mayor parte de la población vive de ellos o en alguna actividad relacionada a ellos. Durante la época de la quema y la zafra, el cielo se llena de esos pequeños gusanitos de ceniza que cubren todo con una capa de hollín, como si de Londres en el siglo XIX se tratase. A raíz del cierre y la decadencia de la actividad azucarera de los últimos....¿40 años?, es un departamento sumamente pobre. Para llegar hay que cruzar un puente que atraviesa el, valga la redundancia, Río Salí.
Bueno, decidimos ir a ver a Daniela Herrero.
Salimos en mi auto y hacemos el camino hasta la entrada. A 200 metros del final del puente hay un boliche, ultra tumba. “Kool”. Antes, según me comentan, se llamaba “El Cielo”.
Hay grupos de gente alrededor de su puerta. Como no sabemos llegar a Baba Yaga, el boliche donde toca Daniela, decidimos bajar a preguntar. Baja el Ciego.
En eso lo vemos hablando con una pareja de tumbas, con unos tipos que por la pinta vos te imaginas que te pueden dejar tirado luego de un par de puñaladas, al lado de la ruta. De golpe el Ciego se acerca con uno de ellos al auto y lo hace entrar
“Vamos que el amigo nos va a indicar donde queda Baba Yaga”.
Álvaro y yo nos miramos, “la puta que lo parió” y arrancamos. En algún momento el Ciego se da cuenta de lo que hizo y se pone nervioso él también. Muestras exageradas de amabilidad para con el muchacho que “¿queres un cigarrillo?” que “loco, como te vas a quedar afuera, vamos a verla a Daniela Herrero”. Mientras tanto yo pienso todo el tiempo en que en cualquier momento saca una pistola y ahí nos vamos a ver la cara de guapos.
Finalmente los prejuicios de todos son derrotados de manera absoluta. El pibe nos lleva a Baba Yaga, baja con nosotros, alega que es “muy careta para el”, nos pide dos pesos para volver a la puerta del otro boliche a seguir chupando con sus amigos y se va.
Pagamos la entrada y pasamos.
Adentro es un típico boliche del interior de la provincia. Buen lugar, grande, con una pista abajo, unas escaleras que conducen a una especie de barandilla que rodea a la pista, de ahí uno se acerca al borde y mira perfectamente el escenario que esta armado para que toque Daniela. El Ciego se emociona cuando ve que hay una batería. La música es la tradicional de estos lugares: rock nacional, cumbia, hits de hace unos cuantos años (Rock DJ, por ejemplo).
Finalmente, luego de una espera de media hora, comienza a tocar Daniela. Toca esa canción que era hit hace unos cuantos años (no me sale la letra, pero era muy buena). Después se larga con otro hitazo impresionante. Pero de ahí aburre un rato con unas cosas medio rockeras / bluseras. Como si quisieran venderla como la próxima Fabiana Cantilo. Porque?. Que siga haciendo hits pop, que mierda.
En medio del reci siento que me tocan el orto, me doy vuelta y es mi amigo Miguel, visiblemente cansado / ebrio. Hablamos un rato, nos convida cerveza.
El recital termina luego de 40 minutos, mas o menos. A partir de ahí largan con cumbia a full y la negrada enloquece.
Habiendo conseguido lo que buscábamos, nos volvemos a casa. A dormir a las 5 de la matina.
Sábado. 29/04/06.
La idea era quedarse viendo algunas películas. Pero tipo 7 de la tarde me llama el Chapa. Me dice que unas amigas lo invitaron a un casamiento. En Villa Nougues. Que necesita alguien que le haga la gamba. ¿Que le voy a decir, que no?.
Del 25 que compre para semana santa me quedan solamente tucas, algunas bastante generosas. Así que decido hacer lo que se hace en estas circunstancias: armarme un king size de tucas.
Tipo 12 estoy llegando a lo del Chapa. Él esta totalmente trajeado, con corbata y todo. Yo no. Tengo zapatillas, una camisa, un saco y un buzo. Y un pantalón semi de vestir. Cuando le muestro el king size se emociona. Me da el plan de la noche: “fumamos la mitad cuando vamos, chupamos hasta morir y la otra mitad nos la fumamos en el viaje de vuelta”. Perfecto.
Salimos para Yerba Buena, por donde tenemos que pasar a buscar a sus amigas. En el camino damos rápida cuenta de la primera mitad. “Apágala que si no nos vamos a fumar todo” me dice ya totalmente de la cabezota.
Llegamos. Buscamos a las chicas. Están todas vestidas muy de gala, como corresponde a un evento de tal naturaleza. Ahora, una aclaración: el casamiento es del hermano del novio de la madre de una de ellas. No piensen demasiado en ello, la cabeza les va a estallar.
La noche esta bastante feita: llueve como si estuviésemos en ese cuento de Ray Bradbury sobre los astronautas en Venus.
Comenzamos el ascenso del cerro. Villa Nougues es una pequeña villa vacacional, que queda un poco mas lejos que San Javier. Reducto de gente con dinero y 4x4’s.
La subida es infernal. Una hora y media de viaje a aproximadamente 15 kmts por hora. Llueve. Llueve. Llueve. Hay MUCHA niebla. Por momentos no se puede ver el camino a mas de 2 metros del vidrio del auto.
Mi tensión se puede cortar con un cuchillo de manteca. Por momentos me veo obligado a pegar mi cabeza al parabrisas para poder observar que es lo que nos espera. Las curvas son totalmente indiscernibles hasta que uno esta encima. En un momento, en medio de mi nerviosismo y colgadez, con el paisaje totalmente verde alrededor y la lluvia constante, siento que no estoy manejando un auto sino un especie de gran escarabajo, una gran vaquita de San Antonio, llena de gente y que se mueve de manera perezosa en un paisaje digno de una novela de Robert E. Howard. La sensación dura un buen tiempo, hasta que llegamos al lugar.
Lo primero que hago, obviamente, es encender un cigarrillo.
Una vez adentro, pedimos comida. Mucha comida. Sanguchitos de jamón crudo y tartas dulces: una de lemon pie, otra de frutilla, otra de mousse de chocolate. La torta de casamiento esta bastante fea.
Mientras tanto, chupamos. En un primer momento, puramente champán. Logramos que nos traigan un par de botellas. Tipo 4 de la mañana suceden dos cosas: se acaba el champán y comienzan a pasar música un poco mas decente. Entonces decidimos trasladarnos a la pista de baile y comenzar a chupar whisky en cantidades industriales.
A esta altura, los dueños del evento comienzan a poner “las buenas cosas”. Si al principio había Smugglers, ahora hay White Horse. No se cuantos vasos tomamos con el Chapa. Cinco, seis, diez.
De pronto, mi mente retorcida y empapada en alcohol decide que lo mejor que se puede hacer en estas circunstancias (5 – 6 de la matina, casi sin nadie ya en el evento) es prender la otra mitad del caño en la pista de baile. Le propongo al Chapa, el cual no me va a decir que no.
Dicho y hecho, encendemos tan noble artefacto. Fumo unas cuantas secas, se lo paso al Chapa, fuma un toque y me lo devuelve. En eso, de la nada, siento una mano que me agarra del cuello y me lleva afuera. En pocos segundos comprendo que es el novio. Me dice “Tira eso!”. “Para, para, que ya lo guardo” (movimientos desesperados para envolver la tuca en el metálico). “No!, tiralo!”. “Ya lo guardo, ya lo guardo” (quizás sonó como “Sha lo guardosh! sha lo guadosh!”). “No, tiralo!”. Lo tiro. “En mi casamiento no vas a fumar marihuana. Si te vuelvo a agarrar fumando te parto la cabeza”.
Frente a tan galante advertencia y al hecho innegable que esta rodeado de otros 3 monos en traje, decido que lo mejor es asentir y mantener un perfil bajo.
Lo bueno fue que a raíz de mi estado alcohólico, todo el evento fue como si le estuviese sucediendo a otra persona, en cierto punto. Lo malo fue que gracias a mi estado alcohólico la ultima hora de casamiento se desdibuja bastante. Me acuerdo que en un momento pelaron el J&B y que llegue a tomar un vaso.
Lo siguiente que recuerdo es levantarme en el asiento trasero de mi auto, tipo 8 de la mañana. El Chapa y las chicas estuvieron despiertos todo el tiempo.
Sintiéndome bastante recuperado, emprendemos el largo camino de vuelta.