Neuróticos Obsesivos
"Su habitación me ayudó a entender que las chicas eran mucho mas estrafalarias que los chicos (...) Las habitaciones de las chicas contenían infinidad de claves sobre su carácter, su trasfondo personal, sus gustos; los chicos, por el contrario, éramos tan intercambiables y tan amorfos como los fetos, y nuestras habitaciones (...) estaban tan vacías como el útero materno.
Es acertado afirmar que la mayor parte de nosotros nos definíamos solamente por la cantidad y el alcance de nuestras aficiones. Unos chicos tenían más discos que otros; algunos sabían mucho de futbol; a otros les interesaban los coches, el rugby, lo que fuera. En vez de personalidad teníamos tales o cuales pasiones, pasiones previsibles y desprovistas de todo interés, que de ninguna forma hubiesen podido iluminarnos o reflejarnos tal como las de mi novia la iluminaban y la reflejaban. Y ésta es una de las diferencias mas inexplicables que hay entre hombres y mujeres.
He conocido algunas mujeres a las que les gusta el fútbol, mujeres que van a ver unos cuantos partidos por temporada, pero aún no he conocido a ninguna capaz de hacer aquel viaje a Plymouth un miércoles por la noche. Y he conocido a mujeres a las que les gusta la música, mujeres que distinguen perfectamente entre Mavis Staples y Shirley Brown, pero nunca he visto a una mujer que tenga una inmensa colección de discos neuróticamente ordenados por orden alfabético y en constante expansión. Es como si cada dos por tres perdieran los discos, o como si se hubiesen fiado de otra persona que conviva con ellas - un novio, un hermano, un compañero de piso: por lo común suele ser un hombre- para que se ocupe de los detalles físicos de evidente interés. Los hombres no pueden dejar que eso suceda.
Nick Hornby, Fiebre en las gradas, Ediciones B, 1996. La segunda de mis lecturas de verano.